Las organizaciones altamente confiables, como las que pertenecen al mundo de la aviación y la energía nuclear, se caracterizan por el compromiso con la seguridad a todos los niveles, desde los trabajadores de la primera línea hasta las más altas posiciones ejecutivas. En estas industrias, la seguridad es la prioridad Nº 1, aún a expensas de la producción o la eficiencia. Todo su personal busca la forma de minimizar constantemente la ocurrencia de accidentes y sus índices de desempeño son extraordinariamente buenos, pese a llevar a cabo un trabajo intrínsecamente complejo, peligroso y con grandes presiones de producción. A partir del hito que marcó la publicación del informe “Errar es Humano” del Institute of Medicine en 1999, el sector salud comenzó a poner foco sobre este tipo de cultura, aunque los expertos coinciden en que recién está dando sus primeros pasos. Nuestros hospitales y centros de atención están todavía muy lejos de ser organizaciones altamente confiables y las tasas de eventos adversos evitables continúan siendo muy altas. Por más que se desarrollen las mejores herramientas técnicas para minimizar riesgos para los pacientes y empleados, cualquier proyecto fracasará si no se logran modificar actitudes y patrones de conducta apoyados en valores claramente definidos. Sin una nueva cultura, aquellos que deben implementar las prácticas de seguridad no sabrán hacerlo, entre otras cosas porque nadie les habrá enseñado primero a trabajar en equipo y a comunicarse efectivamente.
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